Las dificultades de
aprendizaje en el aula, son un fenómeno
cada vez mas frecuente en el ámbito de la docencia. Por ello he decidido hablar
sobre este tema, ya que considero que deben tenerse en cuenta todos los
inconvenientes que puedo encontrar cuando ejerza mi futura profesión. Puede
ocurrir que el profesor a veces se sienta desmoralizado, impotente e incluso
incapaz de hacer frente a la situación, pero debemos tener en cuenta varios
recursos para poder afrontar dicho problema.
Cuando
detectamos un problema en el alumno, lo primero que debemos hacer es
localizarlo e intentar averiguar cual es su causa. Puede estar ligado a
diferentes variables: familiares, escolares, sociales o individuales. Los
problemas de distracción, concentración, control de impulsos y nivel de
actividad son frecuentes entre los que tienen trastornos de comportamiento o
desarreglos emocionales.
Es
necesario un diagnóstico definitivo que debe incluir pruebas físicas,
intelectuales y psicológicas que demuestren habilidades y deficiencias, Una vez detectada una dificultad, debe ser transmitida a un especialista (de Pedagogía Terapéutica, Audición y Lenguaje, Equipo
de Orientación Psicopedagógica…) para hacer una valoración de las dificultades
de aprendizaje y establecer las necesidades del alumno. A continuación es
necesario ponerse en contacto con los padres, tienen un papel fundamental en el
desarrollo de las capacidades de su hijo. Es necesario que éste sea estimulado
también con la tarea fuera del horario escolar. El trabajo conjunto de la
familia y el centro puede reforzar y
facilitar la labor del docente, mejorar las expectativas del desarrollo
intelectual del niño e incrementar su esfuerzo.
Analizando
las opciones a las que podemos recurrir cuando nos encontramos en este caso,
llegamos a barajar tres posibilidades. La repetición de curso sería la primera,
el alumno no consigue alcanzar el ritmo de clase, de acuerdo con los criterios
académicos. Aunque en mi opinión, no es una buena opción, ya que el alumno al
repetir curso se siente impotente y desmoralizado, incluso tiende al fracaso
escolar.
La
derivación, consiste en ser escolarizado en un Centro de Educación Especial, si
se considera que el alumno debe ser atendido más específicamente, con servicios
complementarios (logopedas, psicólogos, cuidados asistenciales..etc.)
Y por
último el apoyo, es un refuerzo complementario, en el caso de que el alumno
consideremos que no debe repetir curso. Como una medida para evitar la
repetición, el alumno puede recibir una ayuda por parte de un especialista,
asistiendo a clase en determinadas materias, aunque algunos contenidos deben
ser trabajados en pequeños grupos.
Para que el alumno pueda optar a estas clases
de apoyo, lo primero que debemos hacer es el proceso de la adaptación
curricular; que puede ser significativa, cuando el desfase del alumno es superior
a dos años de retraso, o no significativa, si el desfase del alumno es inferior
a dos años. Se tratan de medidas fáciles
de aplicar, no exigen grandes recursos, sino un buen sentido didáctico y una
flexibilidad por parte del profesor.
Nuestro objetivo es hacer de las actividades diarias, instrumentos que
le ayuden a aprender, a avanzar desde el nivel en el que se encuentra el
alumno. El niño ha de desarrollarse a la velocidad que sus capacidades le
permitan, no podemos exigirle más de lo que el puede darnos. Para ello hemos de
disponer de una estrategia de trabajo, sencilla y eficaz, para adaptar las
actividades con facilidad y de manera sistemática.
En una
adaptación no significativa no se modifican, eliminan y/o añaden objetivos,
contenidos y criterios de evaluación. Sí se modifica la metodología de trabajo
y actividades. Sin embargo, en una adaptación significativa, se modifican,
eliminan contenidos, objetivos y criterios de evaluación. A continuación voy a
como deben de llevarse a cabo estas adaptaciones del currículo:
Normalmente
los alumnos con dificultades de aprendizaje, tienden a entorpecer el
funcionamiento del aula y requieren una atención específica. Los alumnos pueden
recibir esta atención por parte del profesor especialista de apoyo dentro del aula ordinaria o fuera, en pequeño
grupo o de forma individual, atendiendo
a las dificultades del alumno y a las características del grupo clase.
Para
ofrecer una clase de apoyo primero debe tenerse en cuenta el nivel del alumno y
las capacidades que este puede cumplir,
a partir de un análisis previo de sus conocimientos, para saber la
familiaridad que tiene con el tema. Para ello puede someterse al alumno a una
serie de preguntas orientativas o interactuar con él sobre temas que susciten a
la proyección de conocimientos previos sobre el temario.
Tras el análisis de conocimientos previos, llega la adaptación de los
contenidos sobre el temario. Las medidas que vamos a tomar están orientadas a
la individualización, es decir, la creación de un plan de estudios individual
al alumno. Para llevar a cabo nuestro fin hay que modificar el nivel de complejidad, para ello es
necesario: suprimir parte de los componentes de la tarea, segmentarla y
presentarla gradualmente, proporcionar un plan de trabajo y facilitar el
procesamiento de datos gradualmente.
Para suprimir parte de los componentes de la tarea, nos centramos en
contenidos más básicos, eliminando los contenidos de menor importancia y
aumentando la cantidad de práctica en los esenciales. Así creamos una especie
de ‘escalera’ para que el alumno construya su conocimiento desde una base que
es fundamental. Por ejemplo: si el alumno no sabe realizar una multiplicación
de dos cifras, empezaremos por reducir los contenidos y enseñarle a hacer una
multiplicación simple.
Segmentar la tarea y presentarla gradualmente no consiste exactamente
en eliminar los contenidos, sino en transmitirlos de forma pausada y
asegurándonos de que el alumno ha comprendido los contenidos presentados antes
de pasar a la siguiente cuestión. Por ejemplo: proceder a la lectura de un
texto por párrafos, asegurándonos de que el alumno ha comprendido el primer
párrafo antes de pasar a leer el segundo. Resulta una estrategia muy efectiva
para niños fuertemente impulsivos, con poca capacidad de mantenimiento de la
atención o muy poco autónomos en la resolución de tareas.
Facilitar el procesamiento de datos gradualmente, no tiene como
objetivo disminuir la complejidad objetiva de la tarea, sino que busca
facilitar el procesamiento que el alumno hace de ella haciendo que trabaje con
pocos datos en cada proceso, pero sin modificar la presentación prevista. De
este modo los alumnos irán centrando su atención en un solo dato cada vez, pero
finalmente habrán completado satisfactoriamente toda la tarea.
Proporcionar al alumno un plan de trabajo individualizado, un método o
estrategia para que afronte la tarea que le proponemos, ayudándole así también
a mejorar su déficit estratégico como estudiante a la hora de resolver sus
tareas de forma autónoma. De lo que se trata es de enseñar al alumno planes de
resolución de tareas que él deberá adaptar y reelaborar a partir de la
práctica. El niño con discapacidad, si quiere llegar a adaptarse y cumplir los
objetivos mínimos, debe esforzarse más que los niños con capacidades
‘normales’, para ello, opino que estos alumnos deberían esforzarse también
fuera del horario escolar.
Para plantear una actividad adaptada, debemos de hacer un análisis de
las variables contextuales, que implican unos cambios en las rutinas cotidianas
sobre las que tenemos absoluta libertad de decisión. Nos vamos a fijar en la
tarea, el alumno y el contexto del trabajo.
A la hora de plantear una actividad hemos de tener en cuenta, el nivel de
abstracción y de complejidad, la modalidad o lenguaje de presentación, la
respuesta que se espera, la familiaridad que tiene el alumno con el tema, los
procesos de tarea, el tipo de agrupamiento y el tiempo.
El nivel de complejidad viene definido por la cantidad de unidades de
información y relaciones existentes entre esas unidades y el nivel de
abstracción se define como la distancia que hay entre un acto mental y el
objeto o suceso sobre el cual se opera. Ambas variables interactúan a la hora
de hacer una actividad determinada más o menos difícil para un alumno dado por
lo que resulta conveniente preparar una versión modificada de la misma en
la que uno de los dos parámetros se
mantenga pero que el otro se disminuya. Por ejemplo: si a un alumno le cuesta
sumar, o restar, podemos acompañarlo con una representación gráfica, lo que
disminuye el nivel de abstracción del tema.
Es importante tener en cuenta la modalidad o el lenguaje de
presentación, consiste en adaptar el lenguaje utilizado en la materia a las
capacidades cognitivas que tiene el alumno. No se trata de cambiar el contenido
del mensaje sino de adaptar el lenguaje con el que se expresa haciéndolo menos
abstracto para el alumno. Por ejemplo: si el alumno no entiende una definición
de un objeto, trataremos de explicárselo con un lenguaje más sencillo para que
aprenda el significado.
La planificación de la tarea es muy importante ya que estos alumnos
pueden presentarnos varios ‘inconvenientes’ o entorpecimientos a la hora de
impartir la clase. Debemos tener en cuenta el tipo de agrupamiento, se refiere
a como se ha pensado desarrollar la actividad ( si en grupos, parejas..) En
cualquier caso se trata de analizar si el tipo de agrupamiento y la modalidad
de trabajo elegidos son los mas idóneos para el contenido concreto que vamos a
trabajar y el objetivo que perseguimos. Por ejemplo: si nos enfrentamos a una
actividad de comprensión de textos es preferible dividir a los alumnos por
parejas, hacemos así de la actividad un ejercicio de cooperación.
Debemos tener en cuenta también el tiempo previsto para la actividad,
aunque en esta situación es difícil calcularlo, es frecuente que muchos de los
alumnos tengan problemas ya que precisan más tiempo que sus compañeros. En este
caso, el tiempo es una variable a la que no debemos ceñirnos demasiado y si lo
hacemos puede entorpecernos a la hora de hacer un plan de estudios. En mi
opinión, no deben planificarse los contenidos, es el alumno quien debe marcar
el ritmo de la clase en cuanto al avance de la materia.
El profesor debe transmitir al niño algo más que conceptos e
información, también entra dentro de sus responsabilidades preparar a los
alumnos para utilizar sus conocimientos por su cuenta, y adaptarlos a la vida
real. Una forma de hacerlo es con los
deberes, a través de ellos, los alumnos desarrollan sus conocimientos
trabajando de forma independiente. Actualmente es muy frecuente la queja de los
padres hacia los profesores sobre las actividades que los niños deben hacer en
su casa, pero realmente desconocen que es muy importante que el niño se
desenvuelva fuera del entorno escolar y sepa afrontar sus responsabilidades y
deberes. En los niños con dificultades, es fundamental el papel de los padres
(o algún otro tipo de apoyo o ‘repaso’) para que les ayuden con la dificultad
de la materia si ellos no pueden por si solos, como con la estimulación a hacer
sus deberes.
Los niños con dificultades, difícilmente pueden cumplir con la misma
tarea que mandamos para el resto de la clase ordinaria. Por ello, seria injusto
que los niños con dificultades tuvieran los mismos deberes que los del resto de
la clase. Hay que poner deberes que supongan un estímulo, nunca hay que poner
deberes que discriminen su inteligencia por ser demasiado difíciles. No debemos
olvidar que el niño debe esforzarse en ellos. Hay que poner énfasis en mejorar
la rapidez. Por ejemplo: un niño es capaz de hacer 5 problemas de matemáticas
en 10 minutos, mientras que el niño con dificultades le cuesta el doble de
tiempo.
Si un aspecto de la materia todavía se está impartiendo, y el alumno
todavía tiene problemas con él, no debería practicarse sin la supervisión del
profesor. Es necesario que los deberes que le mandamos al alumno sean tareas
que él pueda completar con seguridad y éxito. Así el alumno a la hora de
realizar las actividades se dará cuenta de que las clases han sido productivas
y que él por si mismo puede llevarlas a cabo de forma autónoma.
Los exámenes dan la oportunidad al alumno de que refleje y demuestre
todos los avances y conocimientos que ha adquirido. Esta imagen clara del
desarrollo, les permite a ellos también darse cuenta de sus avances. Cuando el
alumno con dificultades, supera un examen, obtiene un sentimiento de victoria
que hace que adquiera la confianza suficiente para afrontar el siguiente.
Si a los alumnos con dificultades de aprendizaje, no se les ha
impartido la misma parte de la materia que al resto, sería injusto evaluarles
de la misma forma. Una manera fácil de adaptar el
examen sería ajustando y eliminando los
puntos que no ha estudiado y ajustando la puntuación en consecuencia. Como ya
hemos dicho antes, los niños con dificultades de aprendizaje no tienen la misma
rapidez en resolver las preguntas, así que debemos diseñar un examen que se
adapte a sus capacidades de resolución. Con estos métodos se consigue eliminar
la precisión social que hay entre los niños que quieren acabar en cuanto antes
para salir al recreo o jugar.
Finalmente a la hora de evaluar y calificar al niño debemos tener en
cuenta diferentes aspectos. Podemos dar una doble calificación, es decir,
evaluar el esfuerzo y progreso a nivel de conocimientos. El nivel de dificultad
debe indicarse a parte de su nota. Por ejemplo: Notable/3. Otra forma sería la
no calificación, ya que a veces resulta imposible la evaluación de este tipo de
alumnos en alguna asignatura. De esta forma, la calificación en el boletín
aparecería como ‘no-calificación’. Y como última opción el informe escrito, que
detalla con una explicación el progreso del niño con dificultades en un breve
párrafo escrito. Así el profesor puede explicarse siendo justo y sincero. En
este informe escrito podemos poner los deberes realizados, los resultados de
los exámenes, las adaptaciones realizadas, los conceptos asimilados...etc.
Todas estas son las adaptaciones curriculares más importantes que deben
llevarse a cabo cuando nos encontramos con un caso igual o semejante en el
aula. No son medidas que requieran mucha dificultad, aunque si requieren mucha
constancia y seguimiento. Es muy importante que se tomen medidas para que el niño
poco a poco consiga cumplir sus objetivos mínimos sin llegar a la desesperación
o el abandono de los estudios.
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